Día veinte

Todo el mundo sabe que cuando las agujas se estiran y marcan el final de algo, sólo caben dos finales: o levantar el pie del acelerador o por el contrario, coger aire, cerrar los ojos y zambullirme en un azul profundo e infinito.
Puede que ahí abajo encuentre cosas que no me gusten. Rocas con forma de arista, peces que llevan días sin pegar bocado, pero no me importa, esto es lo que he escogido y no me arrepiento de ello. Hoy estoy en edad de sentir, de vivir los recuerdos con libertinaje y anarquía, de ser como me da la gana.
Y me doy cuenta, que no me arrepiento de nada o casi nada. Me siento feliz y libre de poder escoger mi propio camino, de no ser prisionera de costumbres, tradiciones milenarias impuestas a golpe de martillo, o documentos oficiales que me obliguen a decirme que es lo que debo de hacer, que es lo que debo sentir.
A pesar de todo lo sucedido, de recuerdos que me invaden y arañan en la memoria, sigo pensando que estar aquí es maravilloso y doy gracias todos los días por este regalo que es la vida. HOGAR DULCE HOGAR.

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