Duodécimo día.

Algunos días, sin saber muy bien por qué, me siento y dejo pasar el tiempo. Pasa limpiamente, sin rozarme. Y me siento una espectadora anónima de mi propia vida.
No sé cuándo va a pasar. Ni cuanto va a durar. Sólo sé que me quedo paralizada, estupefacta, perpleja. 
No debo dejar mi vida en manos de los demás, no me gusta. Pero hay decisiones que no dependen de mi. Sólo cabe esperar. Y ahí me quedo.
No es grave, ni mortal. Más bien es una tontería sin importancia. Pero, cuando te encuentras en esa parálisis, todo es indecisión y sólo deseas que pase. Sólo esperas que el tiempo vuelva a tu reloj. Sentir el latido de la vida en tus muñecas. Tener ganas de hacer algo y hacerlo! Decidir y actuar. 
No es para asustarse. Son momentos confusos. Y pasan fugazmente. 
Cómo odio esos momentos Laguna!

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